El discurso y la violencia por @lmesculpi

El discurso y la violencia por @lmesculpi

Casi tres lustros de distorsión en las Instituciones, plenos de improvisación, reduciendo los espacios de libertad y de democracia, sin autonomía de poderes, colmados de discursos superados, repitiendo en mayor medida errores anteriores, sin poseer, para nada, las virtudes de quienes los antecedieron. En el ejercicio del gobierno arriaron banderas que posibilitaron alcanzarlo, entre ellas una muy preciada para quienes los acompañaron: la lucha contra la corrupción.

En nombre de la Justicia y la Democracia se han cometido las mayores aberraciones contra la noble aspiración de libertad e igualdad de los pueblos. La historia del siglo anterior nos ofrece nítidos ejemplos en ese sentido.

Nos encontramos ante un régimen militarista que desprecia las bondades y logros de la civilidad, recurre al lenguaje bélico, violento, fomentando la división y la confrontación entre los venezolanos. Manuel Caballero, siempre preocupado por lo que considero una tragedia de nuestra historia, tituló una colección de artículos: “La Peste Militar” también escribió uno que llamó “El Militarismo Es Mas Peligroso Cuando es Civil.”





Ante la evidente perdida de respaldo, sin ningún escrúpulo y con el mayor descaro proponen iniciar una cruzada contra la corrupción y por la eficacia, precisamente dos de las carencias más emblemáticas de su gestión.

Como se sabe la corrupción trasciende la apropiación indebida del dinero público, que en este tiempo ha dado origen a ese fenómeno bautizado “boliburguesia”, la degradación se dispersa por la sociedad lesionando así su sentido, propósitos y valores.

Permítanme citar un párrafo de Augusto Mijares en “Lo Afirmativo Venezolano” sumamente ilustrativo: “Pero, la verdad es que, aún en los peores momentos de nuestras crisis políticas, no se perdieron completamente aquellos propósitos de honradez, abnegación, decoro ciudadano y sincero anhelo de trabajar por la patria. Aún en las épocas más funestas puede observarse como en el fondo del negro cuadro aparecen, bien en forma de rebeldía, bien convertidas en silencioso y empecinado trabajo, aquellas virtudes”

Alarma no sólo la violencia que registra la cuantiosa cifra de muertes violentas (no contabilizadas oficialmente), en una semana tres horribles crímenes evidencian como brota lo más perverso, indigno y miserable de la naturaleza humana. Como si no pertenecieran al mundo real fracturadas y atosigadas sus vidas, hasta por los desplantes del vecino cuando en su puerta aparcaban, fueron exterminados tres indigentes, que tal vez por serlo, – una manta tapa la realidad intentando hacerla invisible- en la céntrica Av. Baralt. La competitiva testosterona de alguien con algún poder; podría estar jactándose que, ¡de un tajo segó tres vidas! .¿En la distancia, los hechos, se atenúan o se magnifican? ¡Se ignoran simplemente se ignoran!

Después de una adolescencia de frío, arrimaron al fuego de su existencia no solo los hijos que vieron la luz hacía poco, también la mácula de un atroz crimen, paisaje apocalíptico del que fueron testigos los compañeros de trabajo de la Enfermera de la Maternidad asesinada a golpes.

El horrendo crimen de un invidente en Maracaibo para robarle su perro guía, nos traslada a la barbarie; es un anestésico que te auto-convence, ¿como explicarle que su mundo era más nítido y genuino que el que transitamos a diario? Y ¿quien vino con el fósforo, a enjaular nuestra vida, a quitarle la suya?

¿Que nos ocurre como sociedad? se impone profundizar la reflexión; una de las causas de esta violencia absurda es sin duda el discurso pronunciado desde la más alta tribuna de la República, en los últimos quince años, lo que nos exige reafirmar nuestro compromiso de trabajar para sustituir el actual estado de cosas, para reconstruir el país, sus instituciones y su tejido social.

¡Esta sociedad tiene poderosas reservas y así lo ha demostrado a lo largo de la historia!