La fuerza de la protesta por @felixseijasr

La fuerza de la protesta por @felixseijasr

FelixSeijasRDe una forma u otra, cada quien está tras su barricada. Lamentablement algunos lo hacen de manera literal en las calles, interrumpiendo la circulación de sus propios vecinos. Otroslo hacen atacando a quienes están  tras las guarimbas y, en el proceso, inclusive a vecinos no ligados a estas prácticas.

Se dice que todo empezó con una marcha pacífica, pero en realidad su origen lo encontramos en hechos muy violentos como lo son los asaltos, secuestros y asesinatos que día a día han venido afectando a toda la sociedad venezolana por igual, sin excluir, por supuesto, a los jóvenes universitarios. En estas casas de estudios empezó hace ya un buen tiempo a registrarse irrupciones del hampa en sus áreas de circulación, en sus instalaciones deportivas e incluso en las aulas de clase. Bastantes alertas lanzaron los estudiantes mientras la situación se volvía insostenible.

Durante el segundo semestre del año pasado  empezamos a ver un creciente número de manifestaciones aisladas ligadas a la solicitud de reivindicaciones laborales, sociales y educativas. Vimos a médicos de diferentes hospitales, a trabajadores de las empresas básicas, a trabajadores de distintos ministerios y a maestros, por mencionar algunos casos, alzar la voz exigiendo derechos ante situaciones que ellos consideraban los venían afectando de manera tangible. Según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, en 2013 se registraron 5.483 protestas con una concentración importante en el último trimestre del año.





Así llegó el 4 de febrero, día en el cual ocurrió el intento de violación de una estudiante en San Cristobal, hecho que para la ULA constituyó la gota que derramó el vaso. Las protestas en Los Andes se convirtieron en un evento diario que fue tomando fuerzas y acelerando al resto del país. En diferentes reuniones me atreví a decir que “la calle” era ya una realidad y que crecería sostenidamente. Entonces llegó el 12 de febrero y todo se desbordó.

El 12F era un día de estudiantes: ellos convocaron y ellos dirigieron las aguas hasta culminadas las actividades previstas en su agenda, la cual ciertamente era de naturaleza férrea, pero pacífica. Luego se iniciaron los acontecimientos violentos que todos conocemos con las tristes consecuencias que hasta el momento se han presentado. La escalada era de esperarse, violentos hay en todas partes y hubo respuestas. El detalle es que esa respuesta era desigual: balas contra piedras.

 

La situación pronto se le fue de las manos tanto a la dirigencia oficialista como a la opositora. De la oficialista no voy a hablar, allí ocurren muchas cosas y estoy seguro que muy pocos las conocen al detalle y por supuesto, yo no soy uno de ellos. En la oposición las cosas parecieran estar un poco más claras. Esta situación llegó en un momento en el cual su dinámica natural le exigía someterse a una serie de ajustes que la realidad política demandaba. Una arista de la discusión giraba en torno a las diferencias de estilos y tácticas que en su seno conviven para alcanzar un objetivo común. Estos procesos son sanos y necesarios, pero sin duda afectó la capacidad de la Unidad para reaccionar de manera óptima al revuelo que de manera un tanto inesperada se abalanzó sobre el país.

La oposición enfrenta entonces un gran reto, debe lograr mecanismos para canalizar una protesta que ha tomado un corte violento pero que se basa en un descontento social progresivo, el cual ha alcanzado en los últimos meses a un sector que no hace mucho se sentía protegido por su revolución y que ahora empieza a albergar serias dudas sobre la capacidad de sus líderes para brindarle un presente y un futuro estable.

Cuando hablo de canalizar la protesta, no me refiero a llevarla a desbordar los muros de ningún palacio. Me refiero a darle un sentido que resulte coherente para las aspiraciones de esa población descontenta y que a su vez logre llegar a los hogares en donde hoy en día no te miran bien, pero que pueden estar abiertos a sentir, escuchar y evaluar propuestas en la búsqueda de una alternativa válida a aquello que hasta ayer les generaba grandes esperanzas.

Esto representa la única posibilidad de crecer como fuerza política y construir una mayoría sólida que permita que la dinámica del juego cambie substancialmente con relación a lo que tenemos hoy, con un escenario de fuerzas equilibradas. Y es que a manotazos no se logra nada bueno, al menos no duradero. El final de la protesta no se avizora en el corto plazo, su origen se encuentra en lo social y éste es un motor muy poderoso cuya fuerza debe aprovecharse a favor, o de lo contrario terminará jugando en contra.

 

Félix L. Seijas Rodríguez

@felixseijasr

25-02-2014