Aunque en efecto hubo reuniones diplomáticas, éstas no produjeron avances significativos y no fue sino la presión pública mundial, horrorizada ante la destrucción en Gaza, que obró el milagro de hacer desistir a Netanyahu de su empeño por reducir el terrorismo de Hamas. Israel retiró sus tropas y accedió a las siguientes condiciones de los palestinos que durante años se había negado a negociar: levantamiento del bloqueo naval de Israel alrededor de la Franja de Gaza junto con la apertura completa de las fronteras terrestres; establecimiento de un aeropuerto internacional y un puerto marítimo en Gaza; ampliación de la zona de pesca de Gaza en 10 kilómetros, y la apertura del paso fronterizo de Rafah entre Egipto y Gaza. La lección es que un gran ejército no es la única vía que conduce a la mesa de negociación; sin embargo, no creo que otro pueblo pueda apostar por tal estrategia. En tanto que esta guerra devastadora de tres semanas ocurría, la comunidad internacional se dedicaba a calcular el costo de la reconstrucción de gaza. Lo que debe preocuparnos es que los dirigentes de Hamas usaron a sus propias víctimas como estrategia de negociación, la comunidad internacional sólo pensaba en los costos y los israelíes en la seguridad de su población, pero nadie pensó en los muertos.
Aunque no podríamos decir que el derribo del avión malasio sobre Donetsk, con su secuela de casi 300 muertos, sobre todo holandeses, propició la paz, si supuso una revaluación y una ralentización de la guerra, al menos por un tiempo. En todo caso la cantidad de muertos rusos y ucranianos, ya comienza a dejar de lado una salida fácil de esta crisis y se ha convertido en un estímulo para la paz.
La crisis de Siria con su catástrofe humanitaria de más de tres millones de refugiados en países vecinos y de casi 200.000 muertos, no ha servido ni siquiera para lograr mínimos acuerdos entre las partes en conflicto. Distinto ha sido en Irak, donde la matanza de cristianos y yizadies, así como la propagación del califato de ISIS, ha puesto en peligro los intereses estratégicos de occidente. Los muertos no han logrado la paz, pero han permitido la intervención de factores que deben poner freno a los desmanes de una cruenta secta islámica.