Miguel Méndez Rodulfo: ¡Por fin!

Miguel Méndez Rodulfo: ¡Por fin!

Miguel Méndez RodulfoLos que adversamos frontalmente a este régimen esperamos largamente para vivir un momento histórico como en que se materializó la madrugada del 7 de diciembre. La sensación de victoria rotunda, más allá de los mejores pronósticos, la reducción del chavismo a una flagrante minoría, que ahora 5 días después, por el efecto “arrimarse al ganador” les debe haber mermado por lo menos 10 puntos más, nos llenó de un júbilo indescriptible, de una sensación de libertad. Fue como si de pronto hubiésemos salido de una celda opresiva, que nos llenaba de angustia y de desesperanza. Haber roto ese claustro no es sino un hito en nuestras vidas. Pero por otra parte, que Maduro, Cabello, Jaua, Bernal, hayan desaparecido del fervor popular, que se hayan convertido en unas figuras fantasmagóricas, unas momias del pasado que arrastran penosamente su deseo de venganza que tildan al pueblo que antes los apoyó de traidores, por supuesto que nos parece justo que la historia los condene al olvido y las masas populares les den la espalda.

La arenga de Maduro, reprochándole al pueblo que votó por los malos, que cometió un error, que votaron contra ellos mismos, será recordado en los anales políticos como el mejor ejemplo de lo que un dirigente no debe hacer nunca. Con ese discurso el inquilino de Miraflores cavó su propia tumba política. Si antes fue considerado un submarino para hundir las posibilidades de los candidatos del Psuv, ahora se ganó la distinción de “taladro de una plataforma marina”. Por cierto que en ese discurso televisado Nicolás se traicionó a sí mismo: en un momento determinado dijo que la oposición había ofrecido acabar con las colas para comprar alimentos, si votaban por los candidatos de la MUD. A continuación, sentenció que no lo lograrían. Esto constituyó un autogol, porque según la prédica gubernamental la guerra económica era responsabilidad única de la oposición y los factores que la apoyaban; luego entonces, se supone que al ganar el control de la asamblea habiendo hecho tal promesa, las colas debían acabarse. El caso es que Maduro al asegurar que las colas seguirían, está reconociendo que la oposición no es culpable de ellas e implícitamente sugiere que el causante de este mal es el propio gobierno.

La estrategia desde ahora debe ser de no confrontación, de apertura al diálogo, de formular propuestas que contribuyan a solucionar los problemas de la gente: abastecimiento de alimentos, medicinas, repuestos, insumos y materias primas; control progresivo de la inflación, unificación gradual del tipo de cambio, derogación de Ley de Precios Justos (que no hecho otra cosa que propiciar la escasez y subir los precios), flexibilización de la LOT, derogar la Ley de Tierras y las leyes de arrendamiento. Importa mucho que desde la oposición logremos transmitir un mensaje de búsqueda de consensos, de otorgamiento de prioridad a contribuir a la mejora de los problemas que hoy agobian a los venezolanos, muchos de los cuales están asociados a la pésima gestión de los servicios públicos.





No importa cuánto rechace el gobierno el diálogo y nuestras iniciativas, debemos mantenernos dentro de la estrategia trazada, para que el pueblo nos perciba como la parte inteligente, que trabajar en pro del país, eludiendo el peine de querellarse con un régimen intransigente y moribundo, cuya única estrategia sigue siendo la confrontación, como si eso fuera algo válido en la Venezuela de hoy. Esta actitud provocadora del régimen no hará sino agravar las cosas ya de por sí muy comprometidas y lo que puede ocurrir es que acontecimientos inesperados impidan que este gobierno pueda seguir en el poder, ya no por causa de la oposición, sino por la mera culpa de Maduro y Diosdado empecinados en no rectificar el rumbo desastroso que lleva Venezuela y que se manifestó en el enorme rechazo electoral a ese modelo chavo-comunista.