Richard Blanco: Estadísticas en rojo

Richard Blanco: Estadísticas en rojo

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La inmediatez de la noticia se vuelve abrumadora, desde hace unos años, desde que nos gobierna el régimen de Nicolás Maduro, nada nos resulta distante o ajeno. Las redes sociales, los medios digitales, (y si la escasez de papel lo permite, la prensa escrita también sirve como vehículo para estas malas noticias), se encargan con cada hecho nuevo y violento, robarnos cada suspiro en cuestión de minutos. Las escabrosas cifras de la violencia te sepultan la vista y la conciencia; te paralizan. No es más que una vida perdida traducida en números. Y no hay nada curioso en ello.





¿Las razones? Esas resaltan, son obvias. La inseguridad aplastante, una de las tantas plagas que ha invadido a Venezuela, una de las plagas mortales que ha enfermado a este país, y que a todas luces, es una enfermedad que denota la ineptitud de un gobierno teñido del mismo color rojo sangre, se niega a asumir su enorme cuota de responsabilidad.

La morgue cuna de nuestros afectos arrebatados por esa criminalidad que nos acecha de cerquita, soplándonos la nuca, es una casa sombría, de olor nauseabundo y de una sola habitación que siempre permanece llena. Es entonces, cuando cabe la duda, la incógnita. ¿Cómo siendo un país tan rico, es tan pobre y tan mediocre en materia de seguridad? Los “cuerpos de seguridad”, se lucen en algunos barrios con sendos trajes, solo para ser noticia y figurar, se jactan de ser un pañito de agua tibia, cuando honestamente no hay figura oficialista que le meta el pecho a la muerte de miles de venezolanos y que sin distingo de ningún tipo sucumben a la fuerza ante la masacre de cada fin de semana.

No existe un organismo vigilante, no hay Ministro de Defensa y muchos menos primer mandatario nacional, que responda a los sollozos de una familia, al llanto desesperanzado de una madre por la muerte de un hijo. No hay explicaciones para los niños, niñas y adolescentes, para los transportistas, para las mujeres, y para los mismos funcionarios que engrosan la cifra de muerte. Solo esta semana trascendió que a los 30 días de este mes, han fallecido 345 caraqueños, nuestra realidad es que ya ni en un menor de edad se puede confiar, porque así de podrida esta nuestra sociedad.

Por eso, hay espacio para otras preguntas de orden lógico y común. ¿Qué esperar de un gobierno donde los delincuentes ocupan silla en Miraflores? ¿Qué esperar de un Ejecutivo Nacional corrupto? ¿Qué esperanza podemos aguardar en un Gabinete manchado de sucia historia? ¿Qué podemos esperar del Alcalde Ausente Jorge Rodríguez? Simple. Más de lo mismo. Y no hay nada curioso en ello.

Aquí no importa la posición que tengas, aquí no importa el color que prefieras, y el estilo de vida que quieras llevar. La inseguridad, a veces abrazada de la muerte te toma por asalto en tu cara con la mayor impunidad, bien sea, porque lo tienes todo, o porque no tienes nada. Sin ir muy lejos, en Casalta III, el pasado fin de semana, en una visita que no implicaba mayores riesgos, pues compartíamos con los vecinos un trabajo que promete aminorar las incomodas situaciones que pudiesen atravesar, fuimos atacados por un grupo de colectivos, pagados por el régimen para intimidarnos, amedrentaron al equipo de la Alcaldía Metropolitana de Caracas, destrozaron tres camionetas, robaron teléfonos móviles, hicieron gala de los ideales violentos que caracterizan el proceder de Nicolás Maduro, porque ellos nacieron en el marco de ese concepto asqueante de política sin sentido. Afortunadamente pudimos hacer frente a la situación y resguardar con éxito la vida de quienes nos acompañaban, porque que creemos en el cambio inminente que se viene para Venezuela.

Los caraqueños reclaman políticas públicas que se aboquen al problema, eso sí, políticas sensatas, no aquellas medidas disparatadas a las que nos tienen acostumbrados y en ese sentido seguimos trabajando, por los millones de venezolanos que han visto su luz apagarse en manos de la delincuencia y ante la mirada indolente de un Estado cómplice. Y no hay nada curioso en ello, no hay sorpresa que valga. Hoy, tanto dolor y tanta negligencia nos fortifica y encamina al rumbo decisivo de nuestra historia.