Luis Alberto Buttó: En torno a fechas y cambios  históricos 

Luis Alberto Buttó: En torno a fechas y cambios  históricos 

Pese a cómo la entiende el común de la gente, producto de la enseñanza impartida por docentes mediocres que no tienen idea alguna de ella, la historia no es asunto de fechas ni individualidades. La historia es la conjunción de procesos activados por múltiples y concurrentes causas que generan múltiples y concurrentes consecuencias; las cuales, a su vez, devienen en múltiples y concurrentes causas de procesos posteriores. Por consiguiente, se puede, verbigracia, escoger circunstancial y arbitrariamente una determinada fecha para, a manera de hito, convertirla en excusa para el recuerdo y/o la conmemoración de cambios experimentados a escala regional, nacional, hemisférica o mundial, pero ello, en modo alguno, significa que tal fecha fuese lo decisivo, lo transcendente, el punto culminante en la ocurrencia de las transformaciones señaladas. En la historia no existen fechas topes. Ella no acepta ultimátums.

Con base en la premisa anterior, es bueno aclarar ciertas cosas. Recordar, por ejemplo, que el desmontaje de la democracia en Venezuela no comenzó en diciembre de 1998. Es verdad que en aquella oportunidad la mayoría de los venezolanos votó en contra de la democracia, al optar en las urnas electorales por un proyecto político que, camuflado con la consigna del renacer de la república, terminó siendo sanguinario e inclemente verdugo del conjunto de libertades políticas, civiles y económicas conquistadas y en vigencia durante los 40 años en que se mantuvo el acuerdo de gobernabilidad suscrito mediante el Pacto de Punto Fijo. Empero, ésa no es la única verdad a considerar.





El otro lado de la moneda es que aquella malhadada escogencia fue producto de un proceso iniciado en la década de los setenta del siglo pasado, cuando los sempiternos enemigos de la democracia, confabulados con perennes vivianes de la renta petrolera, utilizando para ello a los medios de comunicación y a voces (hoy sin rubor pontificando por la necesidad de nuevos tiempos) con impacto en la opinión pública, se dieron a la infame tarea de cuestionar el ejercicio de la política, emparentando la criticable actuación de personeros perfectamente susceptibles de ser sometidos a la individualización de su conducta, con la esencia y razón de ser de los partidos políticos, de la política y de la democracia, inoculando con ello en la mentalidad de los venezolanos el supuesto rigor mortis del más extenso período de vigencia de libertades políticas y civiles que el país haya experimentado en su historia republicana. El punto es que el discurso anti-sistema caló y bajo los efectos de alucinógenos políticos marchamos por el camino de la debacle. En otras palabras, el autoritarismo no se impuso en enero de 1999; apenas se juramentó. En ese momento, lo único que ocurrió es que el proceso de involución echado a andar decenios atrás encontró fecha propicia para su futuro recordatorio.

A sabiendas de lo anterior, es ilusión desmentida de antemano hacerse expectativas con determinada fecha por venir. Un país es algo serio y lo serio no se apuesta a los dados. En concreto: la espantosa realidad que vivimos los venezolanos no se acabará el 10 de enero próximo, como tampoco nacerá ese día la sociedad libre y justa que nos merecemos. Los cambios históricos se producen sostenida y progresivamente, si y sólo si, la gente comprende a carta cabal que el esfuerzo que conduce a esos cambios es atemporal, en el sentido de que la constancia no cede cuando el objetivo que la inspira es más grande que el entendible desfallecimiento personal. Dicho de otra forma, materializamos los cambios cuando en la construcción de ellos desplegamos organización, conciencia y disciplina. Quienes, jugando a ser profetas de una biblia escrita a punta de ignorancia sobre la historia y la política, pretenden embarcarnos en la creencia sobre supuestas horas decisivas, no hacen más que repetir la innoble tarea de quien deliberadamente miente para confundir y desbaratar la esperanza.

Amanecerá en esta tierra, pero lo hará cuando entendamos que al sol hay que empujarlo. Eso cuesta. No se hace de un día para otro.

@luisbutto3