Las cinco transiciones presidenciales más difíciles en los EEUU antes de Trump-Biden

Las cinco transiciones presidenciales más difíciles en los EEUU antes de Trump-Biden

El paso de Donald Trump a Joe Biden —un acto para el cual la Guardia Nacional se desplegó en Washington DC— no es la primera transición presidencial conflictiva en los Estados Unidos. (Graeme Sloan/Bloomberg)

 

Los últimos días de gobierno de Donald Trump han sido agitados a nivel histórico, desde el asalto al Capitolio que realizaron grupos radicalizados de sus adherentes hasta la eliminación de licencias para que Intel venda chips a Huawei, desde un inédito segundo impeachment hasta el visto bueno a tres ejecuciones en pocas jornadas, desde su negativa a participar en la transmisión del poder a su sucesor, Joe Biden, hasta una serie de numerosos perdones.

Por Infobae 





En general las horas finales de los mandatarios en la Casa Blanca han sido lo opuesto, para hacer honor al apodo de “pato rengo” que se da a los políticos a punto de salir de la escena pública: uno que no puede seguir ya al grupo. No obstante, no es la primera vez que se ha vivido una transición presidencial así de difícil en los Estados Unidos. Otros mandatarios antes de Trump se han negado a cumplir burocráticamente con sus obligaciones administrativas, como si ya no tuvieran poder, a la espera de que su sucesor establezca el nuevo temario público.

“Desde los comienzos de la nación, muchos presidentes han trabajado hasta último minuto para impulsar sus agendas. Otros se han quedado de brazos cruzados mientras la economía se hundía e incluso mientras el país se desmoronaba”, explicó National Geographic. E incluso durante transiciones más prolongadas, ya que la asunción presidencial original era en marzo, y sólo en la década de 1930 se pasó a enero. Un breve listado de los cambios de mando más convulsos resumió los antecedentes:

John Adams rehizo el poder judicial

En diciembre de 1800, el federalista John Adams, que acababa de perder las elecciones ante Thomas Jefferson, se encontró con la renuncia del presidente de la Corte Suprema, Oliver Ellsworth. Pero lejos de pensar que un nombramiento con tanto futuro no correspondía a un mandatario saliente, actuó a toda velocidad junto con el Congreso, que también vivía sus últimos días de mayoría federalista, “tanto para reemplazar al presidente del tribunal máximo como para rehacer el poder judicial según su perspectiva de expandir los poderes federales sobre los del estado”, escribió Amy McKeever en NatGeo.

Adams no se veía a sí mismo como un inminente pasado: “No encontraba razón por la cual debería dejar de ejercer los poderes del cargo solo porque pronto ya no los tendría”, explicó el historiador Richard Samuelson.

Tras perder las elecciones de 1800 ante Thomas Jefferson, el federalista John Adams rehizo el poder judicial a su gusto.

 

Así nominó a su secretario de Estado, John Marshall, quien fue confirmado en el tribunal superior por el mismo congreso que pasó la Ley Judicial de 1801 por la cual la Corte Suprema se redujo de seis a cinco jueces y se crearon 16 nuevos tribunales federales. El 24 de febrero, a días de dejar la Casa Blanca, Adams envió nominaciones también para esos cargos, algunas de las cuales llegó a confirmar su jornada final, el 3 de marzo.

“Los demócratas-republicanos, un partido político primitivo dirigido por el presidente electo Jefferson, estaban indignados”, siguió NatGeo. Denunciaron los actos de Adams y los federalistas como un esfuerzo partidario dirigido contra su gobernabilidad y rechazaron la ley antes de que pudiera entrar en vigor. “Los nombramientos de última hora de Adams se conocen como los ‘jueces de medianoche’ y un ejemplo destacado de sabotaje de un presidente saliente”, recordó McKeever.

James Buchanan asistió a la separación de los estados

Fue quizá la transición presidencial más relevante, más grave de la historia estadounidense.

Durante todo el gobierno de James Buchanan habían aumentado las tensiones entre los territorios esclavistas y la unión; luego de la elección del republicano abolicionista Abraham Lincoln, en 1860, los estados del sur comenzaron a discutir su secesión.

James Buchanan participó de la sucesión más grave de la historia estadounidense, cuando comenzó la secesión de los estados esclavistas. (Library of Congress)

 

Aunque Buchanan se manifestó contra la separación en su discurso del Estado de la Unión, sostuvo también que la posibilidad de hacer algo estaba “más allá del poder de cualquier presidente” y responsabilizó a los estados del norte por promover el fin de la esclavitud en el sur. Tres semanas después, Carolina del Sur fue el primer estado en separarse.

Cuando las autoridades estatales pidieron que las fuerzas federales se retirasen de Fort Sumter, a comienzos de enero, Buchanan envió un buque con refuerzos; pero cuando el barco fue atacado solicitó al Congreso que decidiera la respuesta. “Y ninguna rama de gobierno actuó”, recordó National Geographic. Así en los días siguientes otros estados se separaron de la unión.

Cuando Lincoln asumió, el 4 de marzo de 1861, ya siete estados se preparaban a conformar, con los otros cuatro que se separarían, la confederación que inició la Guerra de Secesión.

Benjamin Harrison impulsó el pánico bancario de 1893

En noviembre de 1892 el republicano Benjamin Harrison perdió las elecciones ante el demócrata Grover Cleveland, a quien él, a su vez, había sacado de la Casa Blanca cuatro años antes. La rivalidad entre ellos llegó entonces a niveles estratosféricos; tan altos que, según la historiadora Heather Cox Richardson, “el gobierno de Harrison deliberadamente llevó al país a la ruina”, como consecuencia.

La rivalidad entre el republicano Benjamin Harrison y su sucesor, y antecesor, el demócrata Grover Cleveland, fue tan intensa que afectó al país entero.

 

 

“Durante años los dos partidos políticos habían peleado por la economía”, detalló McKeever. “Los republicanos estaban a favor de aranceles que protegieran a las empresas estadounidenses de la competencia extranjera y habían aprobado medidas como la Ley Sherman de Compra de Plata, que exigió que el Departamento del Tesoro inflara el precio de la plata al comprar 4,5 millones de onzas al mes”.

Como parte de la expansión hacia el oeste el país se había llenado de pequeños emprendimientos mineros de plata y el valor del metal caía. Con la compra de casi 128.000 kilos se podría mejorar el precio y estimular el mercado interno. Pero como a cambio el gobierno daba billetes que se podían cambiar por oro o por plata, muchos inversores cambiaron plata por oro, lo cual causó la baja de las reservas y fue un factor central del pánico bancario de 1893.

Durante la transición —agregó Cox Richardson— los republicanos difundieron que el nuevo gobierno demócrata causaría una debacle económica y alentaron que la gente vendiera sus activos bursátiles. Así fue como 10 días antes de la asunción de Cleveland el mercado comenzó a desplomarse, y Harrison no tomó medidas: como consecuencia, Cleveland cargó con la depresión que siguió.

Herbert Hoover contra el New Deal de FDR

En 1932 la Gran Depresión continuaba golpeando al país cuando el republicano Herbert Hoover perdió la reelección a manos del demócrata Franklin Delano Roosevelt, quien había hecho su campaña alrededor de “un nuevo trato para el pueblo estadounidense”, la política del New Deal que implicó expandir el papel del gobierno federal para “distribuir la riqueza y los productos de manera más equitativa”, según había prometido.

Aunque compartieron hasta un trayecto en automóvil durante el traspaso de mando, Herbert Hoover y Franklin Delano Roosevelt se llavaban mal en la política y en lo personal. (Creative Commons)

 

Hoover creía que el New Deal amenazaba las libertades individuales, y trabajó para dificultar su concreción antes de que Roosevelt asumiera. “Hoover pasó los meses posteriores la elección tratando de convencer a Roosevelt de que abandonara el asunto y se comprometiera públicamente a equilibrar el presupuesto”, citó NatGeo al historiador Eric Rauchway. Incluso insistió en que co-crearan una comisión económica, que le permitiría seguir influyendo la política sobre la crisis una vez fuera del cargo, pero Roosevelt rechazó su propuesta.

La transición entre Hoover y FDR fue más breve que las anteriores: se pasó del 4 de marzo al 20 de enero precisamente en 1933. Eso ayudó a evitar roces, ya que los políticos no se llevaban bien tampoco en lo personal y las pocas reuniones que tuvieron fueron ocasión de controversia.

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