El Tiempo: La llamada que salvó a Maduro de ser sancionado internacionalmente

El Tiempo: La llamada que salvó a Maduro de ser sancionado internacionalmente

Nicolás Maduro, saluda a su llegada a la sede del Parlamento en Caracas (Venezuela). EFE/ Miguel Gutiérrez

 

Agosto de 2015 marcó un duro punto de inflexión en las relaciones de Colombia con Venezuela. Miles de colombianos fueron deportados del país vecino y las relaciones se tensionaron de tal forma que escalaron al plano internacional.

Por Martín Natalevich y Gonzalo Ferreira / eltiempo.com

Este incidente marcó el punto de inicio de una serie de fuertes enfrentamientos diplomáticos entre los dos países y una seguidilla de intentos fallidos por promover sanciones más duras contra el régimen de Maduro.

¿Por qué no se lograron mayores sanciones? El libro Luis Almagro no pide perdón, de los periodistas uruguayos Martín Natalevich y Gonzalo Ferreira, quienes hacen una aproximación a las movidas diplomáticas contra Venezuela ofrece una respuesta de cómo el incidente de la deportación de colombianos en 2015 marcó la pauta de lo que han sido los intentos por sancionar a Maduro, pero también de cómo el país vecino ha logrado esquivar muchos de ellos.

El 19 de agosto de 2015 el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ordenó el estado de excepción en el estado de Táchira y el cierre de un tramo de los 2.219 kilómetros de frontera que comparte con Colombia, con el argumento de combatir el contrabando y en respuesta a supuestas acciones de paramilitares.

La jugada incluía fundamentalmente la deportación de 20.000 colombianos, que en 48 horas se movilizaron hacia la frontera. Seis días después de la decisión de Maduro, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, escuchó en Bogotá la preocupación del presidente Juan Manuel Santos y abogó por el “diálogo directo” entre las partes para resolver el tema e insistió en la importancia de una misión de observación electoral. Maduro contestó de nuevo con una negativa: “La OEA debe morir en paz y ojalá Almagro sea el sepulturero”, dijo el mandatario venezolano.

Bastó solo un llamado de la canciller colombiana, María Ángela Holguín, a Almagro para que pudieran agendar un encuentro hemisférico de alto nivel en Washington, y convocaron a una reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA, para decidir sobre la convocatoria a una reunión de cancilleres con el objetivo de abordar la crisis fronteriza. La intención del presidente Santos también era que una misión de la OEA fuera a Cúcuta para conocer la situación en el terreno.

Por primera vez en mucho tiempo la diplomacia hemisférica se empezaba a mover para un voto que se anunciaba dividido. Holguín hizo contactos en toda la región para obtener los 18 apoyos necesarios para que se aprobara la resolución. Pero Caracas aún era muy influyente en el organismo y daría la batalla diplomática.

Cuando habló con la Cancillería de México, Holguín se enteró de que Maduro estaba llamando al presidente Enrique Peña Nieto y calculó que lo estaría haciendo con el resto de la región. El Secretario General y la canciller se pasaron todo ese 31 de agosto, día de la reunión, chateando. Holguín quería estar segura de que contaba con los 18 votos, porque de no ser así no sometería la resolución a votación. Cuando contabilizaban, les daban la cantidad de apoyos imprescindibles, lo cual era una situación riesgosa, habida cuenta de los movimientos que estaba haciendo el presidente venezolano.

“Alguien se va a correr”, escribía ella por WhatsApp. Volvieron a chequear y sumaron 18. “Luis, nos lanzamos a la votación”, escribió Holguín. Su embajador en la OEA, Andrés González, y el propio Almagro estuvieron de acuerdo. Pero la intuición de la ministra colombiana estaba acertada.

Faltando tres minutos para la votación, Holguín recibió una llamada de la canciller panameña, Isabel de Saint Malo de Alvarado, y le advirtió que Maduro había telefoneado al presidente Juan Carlos Varela (Panamá), con el ofrecimiento de saldar la deuda que mantenían con Copa Airlines a cambio del voto.

“Dile a tu presidente que lo llame”, le dijo la canciller panameña. Pero ya era demasiado tarde, y a pesar de un intento de Holguín, la votación ya estaba perdida.
“Con todo lo que piensan de lo que es Venezuela y todo lo que ha pasado… ¿Y por un llamado de Maduro es que Varela se va a correr?”, le dijo Holguín. Y así fue. Panamá, que un año antes había sido uno de los tres países que se había movido contra Maduro, ahora decidía mirar para el costado.

“En el último minuto… Ese día fue muy duro para mí”, recuerda Holguín.

Presión internacional

Este incidente dejó ver que a pesar de la presión internacional que se ha ejercido contra Nicolás Maduro, el régimen venezolano sigue teniendo poder sobre algunos países de la región, especialmente las naciones del Caribe, lo que ha dificultado conseguir los votos suficientes para promover acciones más fuertes en su contra en organismos como la OEA.

“El llamado Grupo de Lima se desinfló al poco tiempo de haber sido creado y en la OEA, donde tienen asiento los países caribeños a los que Venezuela les envía petróleo, el ambiente es favorable a Nicolás Maduro, así ha quedado demostrado históricamente”, expresó Rodrigo Sánchez, politólogo de la Universidad Nacional.

El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) publicó recientemente un artículo en el que menciona los varios intentos fallidos por sancionar a Maduro.
Por ejemplo, en mayo de 2016, el secretario general, Luis Almagro, solicita que se incorpore el pedido de aplicación de la Carta Democrática de la OEA contra Venezuela en el orden del día de la Asamblea General de la ONU. El pedido no procede.
En junio de ese año, Almagro presentó una propuesta para aplicar la Carta Democrática a Maduro; sin embargo, no se sometió a votación.

En 2017 se hicieron cuatro nuevos intentos por sancionar a Maduro y pedirle elecciones democráticas, pero todos los intentos fallaron, bien sea porque las resoluciones no se sometieron la votación o porque no se aprobaron las resoluciones.
En 2018, en el marco del 48 Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de la OEA, el 5 de junio, ante el pedido de expulsión de Venezuela del organismo, no se lograron los 24 votos necesarios (sin embargo, aprobaron la resolución).

En 2019, en sesión extraordinaria del Consejo Permanente, se consideraron las acciones políticas que se llevaron a cabo en Venezuela después de que varias naciones de la región respaldaran la juramentación de Juan Guaidó como nuevo presidente encargado: 16 respaldaron la decisión de dar visto bueno a Guaidó y 18 países no respaldaron. Como no hubo mayoría, el enviado de Guaidó, Gustavo Tarre, no pudo tomar asiento en la OEA. Ese año se hicieron tres nuevos intentos y llamados, pero tampoco se logró.

Cerco diplomático

La estrategia que ha promovido Colombia desde la llegada del presidente Iván Duque para buscar una transición democrática en Venezuela ha sido el llamado cerco diplomático, que no es otra cosa que seguir ejerciendo presión internacional, lo que ha permitido llevar a cabo acciones de alto contenido simbólico, como el masivo concierto convocado en la frontera entre Colombia y Venezuela para facilitar la entrada de ayudas internacionales a territorio del país vecino.

A pesar de las críticas que ha recibido esta estrategia, pues Maduro acumula cada vez más poder en su país, Duque aseguró que esto “es mejor que los años de indiferencia” con la situación que se vive en Venezuela. “La estrategia del cerco diplomático permitió que más de 60 países desconocieran a Maduro, que se acelerara la investigación en la Corte Penal Internacional, que perdiera representación en la OEA y el BID, que se aplicaran sanciones efectivas y que se iniciaran acciones judiciales contra el ‘cartel de los Soles’ ”, dijo Duque.

Una mirada al conflicto venezolano contemporáneo

¿Por qué Luis Almagro es considerado por muchos venezolanos como un ‘héroe’ o un ‘salvador’? ¿Cómo fue que Luis Almagro logró poner contra las cuerdas al régimen de Nicolás Maduro desde la Secretaría General de la OEA? ¿Cuál fue su estrategia? ¿Qué herramientas usó? ¿Quiénes fueron sus aliados y cómo enfrentó a sus enemigos?
El libro Luis Almagro no pide perdón contesta cada una de estas preguntas, hace una aproximación a la historia del conflicto venezolano contemporáneo y a las movidas diplomáticas para buscar una transición en el país vecino.

Tres de los 19 capítulos de esta investigación periodística –para la cual los autores entrevistaron a más de 100 personas y mantuvieron 20 horas de entrevista con Almagro– están dedicados a la causa venezolana.

En ellos se revelan detalles de la forma en que el Secretario General empujó a los países de la Organización de los Estados Americanos a adoptar posiciones contrarias al régimen de Maduro. Se narra cómo siendo canciller de José Mujica se opuso al ingreso de Venezuela al Mercosur (2012) y cómo denunció la violación de derechos humanos en Caracas durante las misiones de Unasur en 2014.

Luis Almagro no pide perdón cuenta las dificultades que tuvo Almagro para desplegar su estrategia con Venezuela durante la administración Obama y cómo logró conectar durante la administración Trump.

Además, en este libro aparecen testimonios de múltiples actores íntimamente vinculados a la comunidad venezolana tanto en Washington como en Florida.

También revisa la posición de Almagro con Cuba a lo largo de su carrera y consigna su férrea oposición al régimen cubano desde la SG de la OEA con nuevas y polémicas declaraciones.

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