Jorge Ramos Guerra: Cuando la rectoría huye, deja pestilencia

Jorge Ramos Guerra: Cuando la rectoría huye, deja pestilencia

Universidad y Política, han sido epicentro de la libertad, razón, verdad, fe y la Central de Venezuela, un bastión contra las dictaduras y del resentimiento en el poder. Una vez enriquecida una elite que hablaban de revolución, hasta hacerse robolucionarios y esto viene al caso, con motivo al colapso de la educación venezolana. Desde cuando el “Tribunal de Ética” de Acción Democrática, conoció una denuncia de dos distinguidos pedagogos: José Ángel Agreda y Luis Manuel Peñalver, el 26 de marzo de 1990 por hechos de corrupción (cobro de comisiones) desde la Secretaría de Educación del partido, para negociarse:

“Liceos fantasmas, fraude de títulos, cobro de comisiones para lograr subsidios a Institutos de Enseñanza Superior, cobro de subsidios para apertura de Institutos de Educación Superior, indiferencia o protección de personas que cobran sin trabajar, clientelismo>”.

¿Qué pasó? ¡Nada! y a 32 años, solo que sobran, a cuantos no les gusta, que se remuevan esas verrugas, porque es tan igual o peor hoy en complicidades. Con el asalto a la Academia Militar, los peores de sus promociones se harían del generalato con un analfabetismo político, para quienes, mientras más ignorante se sea, mejor el control de la ciudadanía y en consecuencia de los medios de comunicación, porque pueblo informado estaría alerta a cualquier desviación ética y el cierre presupuestario de la educación, asegura la ignorancia, graduando médicos que no aprendieron a inyectar o tomar la tensión, llegándose a extremos, que bachilleres con puntuaciones de veinte, no ingresan a la Escuelas de Medicina por ser “escuálidos” habría que tener 9.50, y por igual ingenieros que no sabe multiplicar, menos sumar, abogados graduados sin pruebas academias y en fin – las excepciones – son por méritos propios ¡salvo prueba en contrario! decir eso, es ayudar al chavismo.





Desde entonces, ¿Qué sentido tiene estudiar y a los empujones? De allí, que a los mal llamados opositores, les está prohibido opinar sobre esa tragedia, denunciada esta vez, por la arquitecta Gabriela Álvarez, durante su discurso en nombre de sus compañeros ¿por algo debió ser? en su acto de graduación en el Paraninfo de la Universidad “Simón Bolívar” ¡puro nombre! Afirmando que:

“La realidad de la universidad es otra. ‘No hay peor ciego que el que no quiere ver’, dice el dicho. Y la realidad está aquí adentro y allá afuera, visible a los ojos de todos. La universidad está en mengua. Nos enfrentamos a una realidad aplastante, a una institución en decadencia, a una puesta en duda del futuro de nuestra casa de estudios. Por si fuera poco, a lo anterior habría que añadir la falta de ética, de liderazgo y misticismo por parte de las autoridades rectorales ante hechos recientes”

Cundió el pánico y las autoridades abandonaron el recinto, no por sentirse aludidos sino evacuados, porque cuando la rectoría huye, deja pestilencia. Aquel bochorno nos recordó al chavista español Millán Astray en 1936, en la Universidad de Salamanca dándole muerte a la inteligencia y muerte a la vida, respondiendo el Rector Miguel Unamuno

“Venceréis, pero no convenceréis”

Ahora ¿quién le ha dado apoyo a la arquitecta Gabriela Álvarez? — ¡Coño no nos conviene, se nos caen los negocios! – respondería un opositor negociante, oportunista, alacraneado, enchufado, uniformado, disfrazado…

ardive@gmail.com