La arriesgada alianza entre Putin y los nacionalistas rusos

Revelan el plan secreto de Vladimir Putin para “borrar a Ucrania de la faz de la tierra”

 

 

 





 

En primera línea de la promoción de la ofensiva militar en Ucrania, los nacionalistas rusos aprovechan el lastre soltado por el Kremlin para imponerse en un escenario político desierto después de años de represión.

Con mirada brillante y larga sonrisa debajo de su bigote al estilo de los zares, Roman Antonovski es un hombre visiblemente feliz.

Desde el inicio del conflicto en febrero, este bloguero “patriótico” multiplica sus apariciones públicas.

“El patriotismo es una nueva moda en Rusia”, celebra este especialista de la mercadotecnia de 42 años, reunido con la AFP antes de un concierto de rock “patriótico” en Moscú en el que leerá poemas nacionalistas.

“¿Quién va al frente? Los nacionalistas, los aficionados al fútbol que vemos aquí”, asegura antes de subir al escenario y gritar al público: “¡Me gustan vuestros rostros que no están desfigurados por el liberalismo!”

Otrora marginados, vistos como demasiado extremistas y reprimidos –como toda la oposición en Rusia–, los nacionalistas despuntan como una de las fuerzas políticas más dinámicas del país. Y una de las más libres también.

Si los opositores liberales están encarcelados, como Alexéi Navalni, o forzados al exilio, los nacionalistas no dudan en expresar sus críticas ya sea para acusar a los generales de ser blandos en Ucrania o para reclamar una movilización general de los hombres en edad de combatir.

Tras los reveses encajados en septiembre por las fuerzas rusas en Járkov (noreste de Ucrania), multiplicaron sus críticas contra el Estado Mayor hasta tal punto que el Kremlin les avisó de “ir con cuidado”.

“Gracias a Occidente”

Señal de su nuevo peso político, la muerte a finales de agosto de la hija del ideólogo ultranacionalista Alexander Duguin, en un atentado con coche bomba que Moscú atribuye a Kiev, suscitó una gran conmoción y una ola de condolencias, entre ellas las de Vladimir Putin.

Antes arrinconados a las redes sociales, blogueros, periodistas y otros intelectuales de inspiración nacionalista reciben ahora invitaciones de las principales cadenas televisivas.

“El Kremlin se apoya en los nacionalistas para popularizar su ofensiva en Ucrania”, explica a la AFP el sociólogo Lev Gudkov, director del centro de investigación independiente Levada.

En el marco del conflicto, el sentimiento compartido por muchos rusos de una hostilidad de Occidente hacia su país ofrece una caja de resonancia ideal para sus mensajes.

Para un 78% de sus ciudadanos, “Rusia es un gran país rodeado de enemigos”, dice Gudkov en base a un sondeo realizado por su centro.

En su crónica semanal en la radio nacional Rossia, Antonovski defiende “el gran Imperio ruso, el último muro de los valores tradicionales”, arremete contra el Occidente liberal y propone purgar la cultura rusa de “rusófobos” y nacionalizar los medios.

“Gracias a la rusofobia de Occidente”, ironiza, “nos ha unido”.

“Matrimonio de conveniencia”

Para el estudiante Valeri Romanov, de 19 años, numerosos jóvenes se sienten atraídos por los círculos nacionalistas porque “al buscar comprender lo que pasa, empezaron a estudiar la historia de su país”.

“El nacionalismo no es necesariamente extremista”, es simplemente “la forma superior del patriotismo”, estima este joven que se ocupa de cuestiones logísticas en la editorial “Chornaya Sotnia” (Centurias negras) de inspiración nacionalista.

“Dos de mis amigos de la universidad se tomaron un año sabático para ir a luchar al frente”, explica Romanov. Con sus colegas, recauda donaciones para enviar medicamentos, alimentos y uniformes al ejército.

Como él, Daniil Majnitski, investigador de 27 años en una universidad moscovita considerada hasta hace poco un foco de liberalismo, se describe como “nacional-demócrata”.

“Europa creía que sus sanciones nos empujarían a derrocar a Putin, pero han tenido el resultado contrario: el patriotismo ruso ha explotado”, añade.

Aunque esta ola nacionalista sirva actualmente a los intereses del Kremlin, la emergencia de un movimiento político fuerte y estructurado puede evolucionar a largo plazo en una amenaza política, advierte Gudkov.

“Este chovinismo imperial es muy peligroso porque puede convertirse en una fuerza política dominante”, dice.

Majnitski no se hace “ninguna ilusión” por el idilio actual con el Kremlin. “Es un matrimonio de conveniencia”, concede. “Una vez se firme la paz con Kiev, nuestra relación habrá terminado”.

AFP