Luis Barragán: Del próspero beisbolista profesional

Luis Barragán @LuisBarraganJ

Semanas atrás, corrió la noticia del extraordinario contrato de un prospecto venezolano del béisbol. Por más de cinco millones de dólares, un joven de dieciséis años ha comprometido sus mejores esfuerzos con un equipo estadounidense que lo conducirá hacia las ligas mayores, probando toda su vocación y talento para ello.

Algo recurrente la firma de una promesa deportiva, suele no divulgarse la novedad por temor a un secuestro u otro acto delictivo, incluyendo a los familiares. El pitazo de una remesa aun de cifras modestas, recibida con cierta regularidad, por ejemplo, enciende los radares de algo más que rateros, dispuestos a todo.

La contratación en cuestión, pone en evidencia el camino limpio, transparente y eficaz del ascenso social. En el siglo XIX venezolano, ese camino lo constituyó el éxito militar en toda reyerta política, el robo de la propiedad ajena y el directo ejercicio del poder, mientras que, en las últimas décadas de la centuria anterior, tuvo por uno de los motivos principales la culminación de los estudios formales, y el desempeño cabal de una profesión u oficio estable, aunque el profesionalismo deportivo parecía exclusivo de los estratos más pobres; claro, huelga comentar los mecanismos de ascenso del XXI en curso.





Que sepamos, nadie o muy pocos cuestionan el enriquecimiento personal de los beisbolistas venezolanos, porque está a la vista de todos que es fruto del trabajo persistente, la destreza e inteligencia, el entrenamiento constante, la pericia mil veces comprobada, y la experiencia acumulada que le dan sentido al talento y la vocación. Frecuentemente, los jugadores llevan una vida disciplinada, sobria y cuidadosa que los mantiene competitivos, imbuidos de una cultura corporativa que, por cierto, no es la que se respira en los despachos y dependencias del Estado, aunque son varios los que han incurrido en errores, dislates y disparates para confirmar la regla.

No por casualidad, los profesionales de la pelota se alzan en el alma de los niños y jóvenes, como héroes insuperables de los que se espera por siempre una conducta intachable. Hacia estos ricos de verdad, verdad, hay respeto, admiración y consideración, porque tienen lo que se merecen. Así de sencillo.

El régimen los toca, los atrae, deseando aprovecharse de una popularidad que es genuina, y lo ha logrado en ocasiones, usándolos hasta la extenuación. Y también la oposición organizada que, después, parece así, no encuentran qué hacer con figuras que no tienen vocación política alguna y tan solo desean ejercer como ciudadanos.

El béisbol criollo de los días que cursan, no se resume en la experiencia socialista sintetizada por un estadio faraónico y presto a manipulaciones. Está en la muchachada que se esfuerza día a día, y se desea en una Venezuela liberada de prejuicios, de sojuzgamientos, de presos políticos, de una economía absurda.