El asesino solitario que reconoció haber matado a 17 personas, pero nunca supo por qué cometió los crímenes

El asesino solitario que reconoció haber matado a 17 personas, pero nunca supo por qué cometió los crímenes

Donato Bilancia. durante el juicio en el que fue condenado

 

La familia se había mudado de la ciudad de Asti, en el Piamonte, a Génova. Papá y mamá llevaban al pequeño Donato al sur de la península durante el ferragosto, el mes de las vacaciones. La familia se dirigía, con su Fiat 600, hacia la región de Lucania, desde 1947 llamada Basilicata. El padre era una delicia. Hacia la segunda mitad de 1950, desde que su hijo tenía siete u ocho años, cada vez que iban de vacaciones lo exhibía frente a las tres primas adolescentes del nene, que él llamaba las tres momias por lo fea que eran. Pero Donato no decía una palabra frente a ellas, al contrario, se quedaba quieto mientras su padre le bajaba los pantalones y le mostraba a sus sobrinas lo poco dotado que era su hijo, entre las risitas de las nenas y la sonrisa de su propio papá, de la mamá y de su tía. Todos participaban de ese “gracioso” número. El único que no se reía era Donato. Impasible frente a ese pelotón de ajusticiamiento donde cada bala era la burla de los presentes. “Me retorcía; moría de vergüenza”, diría años después.

Por: TN





Su madre era igual de “amorosa” que su marido con relación a Donato. El nene se hacía pis en la cama hasta los 12 años. Su mamá se burlaba de él, le profería sarcasmos y lo exponía; colocaba el colchón en el balcón para que se secara y para que todos los vecinos supieran que el muchachito se seguía haciendo pis en la cama. Era 1963 y así vivió toda su adolescencia y toda su juventud.

El joven Donato Bilancia era un lío

A Donato, le iba mal en el colegio y al final lo abandonó. Fue barman, panadero, frecuentó a las prostitutas del puerto de Génova, garitos y bares de la noche, y finalmente encontró su vocación, la de ladrón. Le enseñaron a serlo los maestros de malandras que deambulan en el bajo mundo. Nunca dio ningún golpe secundado por otros. Robó departamentos cuando los dueños salían y también joyerías. El tipo se hizo rico, vestía las mejores marcas y manejaba un Mercedes Benz pero su ganancia tenía una enorme avería: se hizo jugador compulsivo. Jugaba fortunas en el casino de San Remo, por ejemplo, y perdía fortunas, todo en una noche.

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